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Nicasia – Corazón de comunidad rural

Nicasia hace que la educación también tenga sabor a hogar

Antes de que el sol pinte el cielo de Santiago del Estero, Nicasia ya está de pie. Camina entre aulas silenciosas, pone la pava, barre el polvo de la tierra, y se prepara para recibir a los 58 chicos y chicas que cada mañana le devuelven la vida a la escuela.

Nicasia no solo es ordenanza. Es cocinera, cuidadora, madrina informal y parte del alma de la escuela rural de Taco Isla. De lunes a viernes, vive allí, entre tizas, cuadernos y aromas de cocina. Porque en esa escuela, el almuerzo no es un simple recreo: es, muchas veces, la comida más importante del día.

“Con polenta y queso los chicos son felices. No hay receta mejor”, dice con una sonrisa que se le nota en la voz.

Donde no sobra nada, pero alcanza el amor

Las familias viven lejos, y lo poco que hay, se comparte. A veces no alcanza para frutas frescas, ni para carne todos los días. Pero Nicasia transforma ingredientes simples en momentos inolvidables. Cocina con lo que hay… y con lo que siente.

La cooperadora, los docentes, ella: todos hacen malabares para que nunca falte un plato caliente. Porque saben que un niño con hambre no puede aprender. Pero uno con panza llena y corazón cuidado, puede soñar más lejos.

Una casa partida en dos

Cada fin de semana, Nicasia vuelve a casa. La esperan sus hijas y cinco nietos. Carga el bolso, cruza caminos de tierra, y cambia el delantal por abrazos de abuela. Pero el lunes, cuando amanece, ya está de regreso. Lista para otra semana. Para otro arroz con pollo. Para otra ronda de mates en la cocina.

Mucho más que una trabajadora

Nicasia no tiene perfil de redes, ni selfies con hashtags. Pero su huella está en cada rincón de la escuela. En los platos que se vacían con gusto. En las mochilas colgadas. En las risas después del almuerzo.

Ella es de esas mujeres que no salen en las noticias, pero sostienen el país todos los días sin decir una palabra de más.

Gracias, Nicasia, por tu entrega silenciosa, profunda, imprescindible. Por enseñarnos que cuando hay amor, lo poco alcanza. Y hasta sobra.

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